El primer ministro David Cameron ha declarado su intención de prohibir servicios de mensajería que usen cifrado, noticia bomba para el sector tecnológico.
Europa pone las comunicaciones por Internet y los servicios de mensajería móvil bajo la lupa de la sospecha. Es la respuesta a la oleada de atentados que ha sufrido París en los últimos días, y la amenaza que se cierne sobre el resto de países de la Unión. Manuel Valls ha anunciado medidas excepcionales para aumentar los controles sobre las comunicaciones en la Red en Francia. En España, el gobierno está trabajando en reformas legislativas para perseguir la consulta habitual de páginas web yihadistas, y permitirían intervenir las comunicaciones entre ciudadanos. Pero las declaraciones más polémicas en materia de vigilancia en Internet han sido, sin duda alguna, las de David Cameron.
«¿Queremos permitir en nuestro país que no se puedan leer las comunicaciones entre personas incluso en situaciones extremas con la firma y la garantía del ministro del interior?»
El primer ministro británico se respondía a sí mismo con un rotundo «NO». Si bien es cierto que en sus manifestaciones no se cita directamente a ningún servicio de tecnología en concreto, la prensa, a nivel mundial, ha interpretado de forma unánime las palabras de Cameron como una amenaza directa a WhatsApp. Enseguida veremos el porqué.
Cameron dice «comunicaciones», nosotros oímos «WhatsApp»
Lo que el líder británico parece tener en mente es restringir o prohibir todos los servicios de mensajería y comunicaciones que no habiliten una «puerta trasera» para que los servicios secretos puedan identificar amenazas terroristas potenciales. Eso es, al menos, lo que se desprende de sus palabras:
«Si soy elegido primer ministro, me aseguraré de que haya una legislación bien completa que garantice que no permitimos a los terroristas tener un espacio seguro para comunicarse entre ellos»
Esta declaración de intenciones, a condición de que Cameron sea reelegido en las próximas elecciones, afectan directamente a WhatsApp, pero también a Snapchat, iMessage, Telegram, y un buen número de redes sociales y aplicaciones de mensajería respetuosos con la privacidad de los usuarios.
Para entender por qué la amenaza se cierne sobre estos servicios de mensajes hay que poner el caso en antecedentes. Tras las filtraciones de Snowden que revelaron un escándalo de espionaje de EE.UU. sobre las comunicaciones de millones de ciudadanos en todo el mundo, los internautas empezaron a mirar con recelo hacia sus canales sociales. Como respuesta, servicios como WhatsApp decidieron utilizar el cifrado de mensajes para garantizar la privacidad de los usuarios. La única forma de interceptar un mensaje enviado entre usuarios de WhatsApp es incautar el terminal del receptor y leerlo directamente. En el caso de Snapchat, ni siquiera haciéndose con el dispositivo se puede acceder al contenido de los mensajes, que están programados para borrarse después de su consulta. Tampoco parece de esperar que Snapchat cambie su política de privacidad, que le ha proporcionado un gran golpe de efecto en términos de marketing, y es una de las principales razones por las que está captando un importante segmento de usuarios que hasta ahora le pertenecía a Facebook.
Los ciudadanos europeos ante el dilema seguridad vs. libertad
El hecho de que una democracia liberal como la de Gran Bretaña se esté plantando restringir el acceso a determinados servicios en el ámbito de la IT (Information Technology) sorprende, y recuerda a la «Patriot Act» aprobada por el congreso y el senado estadounidenses tras el 11 de septiembre de 2001, que facultaba al gobierno a aumentar el nivel de vigilancia sobre cualquier ciudadano. Un escenario legal que sentó los precedentes de lo que después revelaría Snowden como un caso de espionaje masivo a escala planetaria.
Un mayor control sobre los mensajes y comuniaciones contrasta también con la mayor demanda de privacidad que los usuarios están reclamando, un fenómeno del que os he hablado en este blog recientemente.
Estamos, de nuevo, ante la vieja dicotomía: ¿libertad, o seguridad? Pero es muy posible que este dilema no sea del todo válido en la era de la información, y con un nivel de penetración de la tecnología en nuestra vida cotidiana como el que hemos experimentado durante los últimos años. Las voces más críticas dentro del sector tecnológico avisan de que prohibir el uso de aplicaciones como WhatsApp no redundará en un beneficio de la seguridad ciudadana: las redes yihadistas tienen a su alcance una gran oferta de servicios de sofware libre, descentralizados, y cuyo tráfico de información no deja huella en los servidores de ninguna compañía. Estos movimientos radicales disponen, además, de la tecnología y los conocimientos necesarios para crear su propio software de comunicación. A menudo ni siquiera necesitan llegar tan lejos; algo tan sencillo como una cuenta de correo electrónico compartida, por ejemplo, sirve para comunicarse dejando mensajes en la carpeta de «borradores» (si no se envían, nadie los puede interceptar). Si este enfoque es correcto, recortar el derecho a la privacidad podría ser un coste elevado sin garantías de éxito en la lucha contra el terrorismo.
Hoy, el semanario Charlie Hebdo reiniciaba su actividad con el primer número tras los horrendos atentados sufridos en su redacción. El lema «Je suis Charlie» se ha convertido en un símbolo de la libertad de expresión. Pero entonces, quizá deberíamos preguntarnos: ¿es coherente defender la libertad de expresión recortando otros derechos? –twittea esto.
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